lunes, 14 de enero de 2013

Una Tercera de ABC de Xavier Pericay (y 2).

     Decíamos ayer a propósito de una Tercera de ABC intitulada "Un ejercicio de responsabilidad" firmada por Xavier Pericay que ES INANE asociar responsabilidad a elementos a los que ya se les supone (el Gobierno, los proyectos de ley que promueven, los profesionales de la educación, los alumnos) A NO SER que sea con el propósito de advertir a alguien de que alguno de estos (el Gobierno, los proyectos de ley que promueven, los profesionales de la educación, los alumnos) no son responsables. Ese es, en efecto, en propósito del autor: señalar quien no es responsable, en sentido lato.
     Para eso habrá que observar a quien atribuye Xavier Picay la obligación de RENDIR CUENTAS, una expresión que emplea en tres ocasiones, frente a las seis en que repite EJERCICIO DE ESPONSABILIDAD -título incluido-.
     Bien, en una ocasión pondera las novedades en la evaluación como un elemento que acostumbrará a LOS ALUMNOS a rendir cuentas[1]. En otra sostiene que LOS CENTROS con la nueva ley verán incrementada su autonomía, y que eso equivale a que, en otras palabras, se les pidan cuentas[2]. La tercera vez indica la posibilidad que la futura ley tenga de obligar a pedir cuentas a MAESTROS y PROFESORES, de quienes Xavier Pericay dice que <<lo máximo que se permiten en cuanto a esfuerzo es alguna que otra soflama ideológica de tarde en tarde.>>[3]
     Es llamativo que no atribuya a los autores de la LOMCE (el Gobierno, el Ministerio de Educación y las personas comisionadas por éste para la elaboración de la ley) la obligación de rendir cuentas pese a afirmar que la ley que elaboran es un ejercicio de responsabilidad, y que tiene a esta (a la responsabilidad) como factor clave de la nueva ley. Es todavía más llamativo que atribuya la obligación de rendir cuentas a los alumnos, a los centros (al personal que trabaja en ellos), a los maestros y a los profesores, que no tienen responsabilidad alguna en la elaboración de la nueva ley y sin los cuales, sin embargo, esta ley de educación o cualesquiera leyes de las que en el mundo hayan sido o vayan a ser se vería abocada al absurdo, al esperpento.
     Y lo que es no ya llamativo, sino absolutamente pasmoso es que Xavier Pericay atribuya a los maestros y profesores españoles de la enseñanza pública <<una indolencia colosal, cuyo único objetivo es alcanzar la jubilación y, si puede ser anticipada, mejor.>> Y no se debe olvidar a este respecto el epíteto <<simple>> que cuidadosamente coloca ante la designación <<profesor interino>>, en lo que sin duda desliza una desdeñoso menosprecio por los profesionales de la enseñanza que desarrollan su trabajo en condiciones laborales de interinidad[4].
     He aquí el principal propósito de este artículo: denigrar a los profesionales docentes de la enseñanza pública.
     Y para terminar ya de una vez con este libelo habrá que dejar escrito que, pese a todo esto, la totalidad de su contenido es absolutamente irrelevante. Sólo tiene una relativa importancia que sea Xavier Pericay quien lo haya escrito.




[1] <<Implantar distintos sistemas de evaluación a lo largo de toda la enseñanza obligatoria y postobligatoria, aparte de fomentar el afán de superación de los ALUMNOS, supone acostumbrarlos a RENDIR CUENTAS.>>
[2] <<Que los CENTROS  vayan a ver incrementada su autonomía comportará que sean evaluados conforme a determinados parámetros. En otras palabras: QUE SE LES PIDAN CUENTAS  y que, en caso de no cumplir con lo acordado —en el ámbito académico o en el de la estricta gestión—, la Administración tome cartas en el asunto.>>
[3] <<No obstante, sigue habiendo en la enseñanza pública no pocos MAESTROS Y PROFESORES dotados de una indolencia colosal, cuyo único objetivo es alcanzar la jubilación y, si puede ser anticipada, mejor. Algunos, lo máximo que se permiten en cuanto a esfuerzo es alguna que otra soflama ideológica de tarde en tarde. De ahí que la posibilidad de QUE  en el futuro SE LES OBLIGUE A RENDIR CUENTAS  y a hacerse acreedores a la condición de servidores de lo público —y, si no, a responder, esperemos, con el sueldo o con la plaza— deba ser celebrada.>>
[4] <<Durante mucho tiempo la adquisición de la categoría de funcionario de la enseñanza, o incluso la de simple profesor interino, ha llevado aparejada, en numerosos casos, una sensación de fin de trayecto.>>

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