sábado, 8 de febrero de 2014

El general Mola, el profesor Huerta de Soto y Bertrand de Jouvenel.

En 1933 el general Emilio Mola Vidal en el segundo volumen de sus memorias -Tempestad, calma, intriga y crisis- se hizo la siguiente pregunta:
«¿Qué motivos racionales existen para que los españoles concitemos el odio de los descendientes de Israel?»
Más recientemente, en un vídeo subido a YouTube.com el día 20 de septiembre de 2010, el profesor Jesús Huerta de Soto preguntó:
«¿Por qué los intelectuales sistemáticamente odian al capitalismo?»
El general Mola, organizador del golpe de estado del 18 de julio de 1936, respondió a su pregunta con tres razones:
«Tres fundamentales, a saber: la envidia que les produce todo pueblo con patria propia; nuestra religión, por la que sienten aborrecimiento inextinguible, ya que a ella atribuyen su dispersión por el mundo; el recuerdo de su expulsión, que no fue, como se afirma, por capricho de un rey -hay que decirlo claro-, sino por la imposición popular.»
Y concluye diciendo: «¡He aquí los vértices [del] triángulo masónico de las logias españolas!»[1].El general Mola, como podrá suponerse, había leído Los protocolos de los sabios de Sión. Su posición con respecto a los judíos procedía de esa lectura; su vehemencia tal vez procediera de su experiencia africana.

El catedrático de Economía Política de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Jesús Huerta de Soto, responde también dando tres razones:
«Primero: Desconocimiento teórico de cómo funcionan los procesos de mercado (...). Los intelectuales piensan que han estudiado mucho, pero la mayor parte de ellos son unos completos ig-no-ran-tes (2:35) en lo que se refiere a la ciencia económica.»
«La segunda razón se refiere a la so-ber-bia (2:44) del falso racionalista, la soberbia del intelectual (...)»
«Y la tercera razón, queridos alumnos, que explica el porqué los intelectuales están en contra del capitalismo es muy sencilla -tomen nota: el resentimiento y la envidia (4:57), el resentimiento y la envidia.»

Quién odia a quién o a qué y por qué, pero siempre quién: los hijos de Israel a los españoles, los intelectuales al capitalismo, y para ambas preguntas sendas respuestas, cada una con tres razones. Ambos odios, el de los judíos a los españoles y el de los intelectuales al capitalismo,  comparten una de las razones: la envidia. Judíos e intelectuales, el profesor Huerta de Soto y el general Mola, coinciden en que el odio a los españoles y al capitalismo procede de la envidia en un porcentaje del 33,33333333333333%.
La envidia, que con la soberbia, la avaricia, la ira, la lujuria, la gula y la pereza forman los siete pecados o vicios capitales. Pecados «capitales» porque, como establece el Catecismo de la Iglesia Católica (1866), generan otros pecados o vicios.
La envida no es el único pecado capital implicado en esta cuestión. La soberbia, otro pecado capital, constituye la segunda de las tres razones que el profesor aporta:
«Y caen [los intelectuales] en el pecado fatal de arrogancia o soberbia con gran facilidad hasta el punto que está más legitimado que nosotros mismos para decidir qué tenemos que hacer» (3:09).
Esto supone que del odio que los intelectuales profesan al capitalismo un 66,66666666666667% es pecado capital, que por ser «capital» engendra otros pecados o vicios, como ya ha quedado establecido. El 33,33333333333333% restante se debe a que «la mayor parte de ellos» -los intelectuales- «son unos completos ignorantes (2:35) en lo que se refiere a la ciencia económica».
Sin embargo, aunque la cadena de causas y efectos o de hechos y consecuencias que se supone que existe entre un extremo -la ignorancia de la ciencia económica de los intelectuales- y el otro –el odio subsiguiente hacia el capitalismo- no sea mostrada en ningún momento, el profesor cita una afirmación de Friedrich August von Hayek que dice:
«El orden social empresarial dice Hayek que es el más complejo que hay en el Universo (1:48)»
Esto, naturalmente, tendrá que ser tomado como un axioma, dado que es imposible demostrar su veracidad. Cierto habrá de ser, si lo dijo Hayek. Tomar esto como una figura retórica y llamarlo hipérbole, que es lo que hubiera hecho cualquier intelectual, sería poco menos que atribuir al premio Nobel de economía de 1974 tendencias propias de los economistas del sur de Europa más bien, más dados estos a la desmesura y a la desproporción que los distinguidos próceres de la Escuela Austríaca, caracterizados por la moderación y la exactitud de sus planteamientos.  
Hayek, sin embargo, no es el único argumentum ad verecundiam bajo el que se ampara el profesor Huerta de Soto. Ni el más importante, pese a lo que se pueda suponer a priori. La lección del profesor se basa en Bertrand de Jouvenel, que le proporciona «basicamente» (1:36), según sus palabras, los tres mencionados motivos o razones que explican el odio de los intelectuales hacia el capitalismo. Este odio, objeto fundamental de la disertación, lo glosa el avezado profesor con pinceladas descriptivas como, por ejemplo, la referida a cómo los intelectuales proliferan en torno a personalidades asociadas a regímenes totalitarios:
«Y no nos debe de extrañar que detrás de cada gran dictador de la Historia, sea un Stalin, sea un Hitler, etc., siempre ha habido una cohorte de intelectuales, aduladores, que han tratado darles base y legitimidad desde el punto de vista ideológico, cultural, filosófico, etc.(4:22)»
Nada más cierto: el propio Bertrand de Jouvenel escribió en una ocasión:
«¿Que este hombre tan sencillo, que habla lenta, razonable y amablemente es el temible líder que despertó el entusiasmo fanático de toda la nación alemana y en el cual el mundo entero vio un día una amenaza de guerra? (...) Ríe con franqueza. Su rostro se acerca al mío. No me siento para nada intimidado. Yo también río...»
Así describía en el Midi-Paris del 28 de febrero de 1936 la sensación que le produjo haber tenido la oportunidad de entrevistar a Adolf Hitler. Ambos, Hitler y Jouvenel, rieron y aproximaron mutuamente sus rostros.
Puede que, después de todo, Bertrand de Jouvenel tuviera en esa época cierta inclinación hacia lo intelectual que más tarde abandonó. Su fascinación por Hitler podría ser síntoma de ello. No obstante, sabemos que Jouvenel no odiaba al capitalismo, y esto lo aleja de lo intelectual. Por otra parte, la risa y la aproximación de los rostros de Hitler y Jouvenel probablemente no tienen otro valor que el anecdótico.
Con todo, leer el artículo de Jouvenel, cuya exégesis realiza el profesor Huerta de Soto en esta lección magistral, y comprobar cómo la envidia, la ignorancia [de la ciencia económica] y la soberbia del intelectual devienen en odio hacia el capitalismo es, sin duda, una tarea que los alumnos habrán de hacer para verificar los asertos de su profesor. No obstante, el profesor, como intérprete de Jouvenel y transmisor de la triple raíz del odio hacia el capitalismo, facilita esta labor con esta lección, si bien no hasta el punto de soslayar la lectura, pero sí hasta el de que no requiera más tiempo, atención y esfuerzo del necesario.
Dicho esto, y volviendo a la cuestión de las palabras de Jouvenel dedicadas a Adolf Hitler, es necesario decir que esta cita y el mencionado hecho de que Jouvenel estuviese fascinado por la figura del Führer en los años 30 del pasado siglo nos la proporciona el historiador Zeev Sternhell, que es un reconocido intelectual, con todo lo que ello implica. Hay que añadir que, además de intelectual, también es judío, con todo lo que ello implica.
Comprender la verdadera naturaleza de estos hechos puede conducir al sujeto a no ser comprendido por los intelectuales, que podrían adjudicar a la categoría de «prejuicio » o de «arbitrariedad» las inevitables conclusiones a las que conduce considerar a Zeev Sternhell en su doble condición de judío e intelectual, cuando se toma en cuenta lo que nos enseñan el profesor Huerta de Soto y el general Mola.
Así pues, el profesor advierte:
«Es algo a lo que tienen ustedes que estar acostumbrados, esta incomprensión. Cuando el día de mañana ustedes vayan al mercado, trabajen en su empresa van a sentir una incomprensión diaria, continua, por todo el mundo, de la llamada "inteligencia", la cultura, todos estarán en contra de ustedes»
Comprender, asimismo, la relación entre el profesor Huerta de Soto y el general Mola en lo tocante al odio y su triple raíz podría arrojar conclusiones inesperadas.

[1] Emilio Mola Vidal, Obras completas, Librería Santarén, Valladolid, 1940 pp. 574-575 (Citado por Paul Preston en El Holocausto Español: Odio y exterminio en la Guerra Civil y después, Barcelona, 2011, Debolsillo)