viernes, 13 de enero de 2012

Estiman que se defraudan 88.000 millones de euros a Hacienda (a todos).

Entre todo lo malo de lo que he escrito sobre lo que otros escriben y que se auto-presentan como periodistas es necesario decir en algún momento qué es un trabajo periodístico bueno o simplemente qué es un trabajo periodístico a secas. No es frecuente encontrar uno de estos mas hoy se ha producido el hallazgo de alguien que, sin más pretensiones que las de transmitir información, cuajó un artículo que hoy muy oportunamente llega a ser fuente de conocimiento sobre cuál es el estado de las cosas ahora. Se trata de un artículo de don Manuel Lago en el diario La Voz de Galicia titulado Cartografía del fraude fiscal.
Recomiendo su lectura a cuantos recalen en este blog en desusada singladura cibernáutica y les interese saber cómo están las cosas a propósito del déficit, la crisis de deuda soberana, los recortes del gasto público, los esfuerzos del Gobierno por mantener los servicios públicos (si hubiere esfuerzos encaminados a ello) y todos esos omnipresentes temas ubicuos, ya sea en el foro de la nación o en cualquier ascensor atestado. 
Hay varios elementos de reflexión:
La deuda media de un contribuyente inspeccionado por Hacienda en 2011 es de 221.007 euros (treinta y seis millones setecientas setenta y una mil cuatrocientas setenta y una pesetas). Casi nada. Los contribuyentes inspeccionados tienen esa capacidad media de endeudarse con el Estado, que les proporciona carreteras, escuelas, universidades, seguridad, jueces, un sistema sanitario universal, etcétera, servicios a los que no les vendría mal en este momento esos 221.007 euros (treinta y seis millones setecientas setenta y una mil cuatrocientas setenta y una pesetas) que cada contribuyente inspeccionado presuntamente debe de media a la Hacienda Pública en 2011.
En 2009 los ingresos medios declarados por los trabajadores asalariados fueron de 22.679 euros (tres millones setecientas setenta y tres mil cuatrocientas sesenta y ocho pesetas) mientras que los de empresarios, los autónomos y los profesionales liberales fueron de 11.036 (un millón ochocientas treinta y seis mil doscientas treinta y seis pesetas). Desde luego no vale la pena ser autónomo: entre ser dentista y ser profesor de un ciclo formativo de Mecánica Dental en la enseñanza pública, por ejemplo, no hay color: gana más el profesor, aunque aquél cobre 100 euros (dieciséis mil seiscientas treinta y nueve pesetas) por consulta. Otro problema distingo es cómo consigue equipar su consulta, hacerse con un inmueble en condiciones para ésta y pagar a su ayudante.
Y, por último, que los técnicos del Ministerio de Hacienda estimen que el fraude fiscal en España se eleva hasta 88.000 millones de euros (catorce billones seiscientos cuarenta y un mil novecientos sesenta y ocho millones de pesetas) revela a las claras que sólo se pudiera recaudar menos de la mitad de todos esos millones defraudados a Hacienda -defraudados a todos- el Gobierno tendría que recurrir a otro tipo de argumentos y, en su lugar, encomendar la contracción del Estado a otro santo diferente del déficit público.
Esta situación al menos ha servido para que el Presidente del Gobierno reconozca que el desvío de la estimación del déficit público se ha producido por culpa de las comunidades autónomas y olvidemos, de momento, las máximas liberales o neoliberales de su ideario político, que orientan y orientaron sus acciones de gobierno antes y ahora.
Pero bueno, no está de más que reconozcan tal desviación: gobiernan una buena parte de ellas.


P.D.
No obstante, el fraude fiscal es forma parte de lo más inveterado de la tradición hispana. Destacadas figuras de la intelectualidad, las artes y las letras españolas la practican, la fomentan e, incluso, algunas se atavían con su práctica en confesiones públicas. Observe el amable lector un ejemplo a propósito de esto que digo:


¿Cómo se siente ahora el amable lector?

No hay comentarios:

Publicar un comentario