martes, 15 de noviembre de 2011

La España caníbal

Tomo esta designación del título que el columnista y otrora político don Xosé Luis Barreiro Rivas dio a una de sus columnas: La España caníbal señala a José Blanco, cuyo tema traje a colación en uno en uno de mis post.
En esa columna don Xosé Luis Barreiro Rivas explica que si alguien cambia la designación "área de servicio" por "gasolinera" provoca una verdadera metamorfosis en el relato de un hecho como el que nos ocupa, pues cómo reza en el Génesis (tomo también la cita de él, de don Xosé Luis) las palabras crean y modifican la realidad de tal suerte que un retoque de términos sirve para ver monstruos donde sólo hay muñecos infantiles.
Quien quiera saber cómo lo explica puede leer su columna, ejercicio de todo punto recomendable; así sabrá cómo se fabricó el caso gasolinera.
Los autores de este retoque, algo nada inocente, pertenecen a la España caníbal, una expresión que designará seguramente a un grupo que habita en la sociedad española cuya delimitación deberá ser objeto de un concienzudo análisis racionalmente riguroso.
El canibalismo de los componentes de este grupo es metafórico. Es de todo punto necesario reparar en ello. Se trata de una suerte de depredación mediática que pretende consumir a determinados personajes públicos edificando historias sobre ellos a través de coincidencias fortuitas tales como, por ejemplo, coincidir en un hotel con alguien imputado por corrupción, o la coincidencia del nombre de una tarjeta de un grupo empresarial vasco en el que, presuntamente, trabajarían personas vinculadas al mundo albertzale y que habría sido hallada en el interior de una furgoneta perteneciente a los autores de la masacre del 11 de marzo de 2004, sólo que no era una tarjeta, sino una cinta de un conocido grupo de música español.
Todo vale. No importa probar el hecho, sino establecer la posibilidad aunque para ello se confundan tarjetas con cintas magnetofónicas o se trate de estancias en hoteles coincidentes en el tiempo. Según este planteamiento de la España caníbal cualquier ciudadano que coincida en el autobús, en el supermercado o en un restaurante con un maltratador, un asesino o un pedófilo es susceptible de ser cómplice de maltratadores, asesinos o pedófilos. Todo es posible, de modo que ¿por qué no?
Lo malo es que siempre hay alguien que lo cree: unos porque quieren, otros porque no tienen tiempo de desmontarlo. Estas historias delirantes están construidas sobre armazones aparentemente lógicos; demostrar la endeblez de su base requiere un trabajo que la mayoría de los lectores de prensa no tienen tiempo de hacer. Por otra parte, la inexistencia de un control de calidad del trabajo periodístico provoca que esta España caníbal pueda convertir en cosa pública algo tan anodino como el caso de la gasolinera.
Así que empezaremos por desmontar ese caso gasolinera.
Ayer El País publicó una noticia que venía a decir que las declaraciones que el empresario don Jorge Dorribo había hecho ante la juez de Lugo, doña María Estela San José, forman un total cuatro comparecencias con numerosas contradicciones entre sí que se remiten a pruebas cuya existencia no se ha podido demostrar. Estas declaraciones implicaban al ministro de fomento, don José Blanco, y a diputados del PP y del BNG en el cobro de dinero a cambio de favores políticos, se supone.
Esta coincidencia excitó las rotativas cerebrales de los más conspicuos aficionados a este tipo de elucubraciones. Mis lecturas de prensa me llevaron a dos escritores avezados en este tipo de literatura. De ambos ya he hablado anteriormente.
Es de su columna más reciente, titulada Entre Blanco y Urdangarín anda el juego de la corrupción, de la que trataré aquí para mostrar, por si no fuera suficiente, aquello a lo que me refería algunas líneas más arriba, la explotación de la coincidencia para edificar historias ad hoc. En este caso no estamos ante una coincidencia fortuita de dos elementos en un mismo tiempo y espacio, sino en la similitud observada por el ínclito escritor al relacionar las actividades del yerno del rey de España y del ministro de fomento. Se trata de una coincidencia en el espacio y tiempo intelectuales y particulares de don Federico Quevedo. Él mismo advierte en la primera línea de su columna que No son socios y que la clave en la relación de ambos personajes públicos se puede encontrar en una película protagonizada por Eddie Murphy y Dan Aykroyd titulada Entre pillos anda el juego. No sabemos si don José Blanco es el personaje interpretado por Eddie Murphy o por Dan Aykroyd; lo mismo cabe decir de don Iñaqui Urdangarín al respecto.
En cualquier caso, bromas aparte, el propósito de don Federico resulta diáfano: don José Blanco es su blanco; los motivos son obvios: una más que marcada inclinación política de don Federico Quevedo hacia uno de los dos grandes partidos le delata, llegando este seguidismo a tal extremo que suscribe las declaraciones de un acusado por corrupción como si tuviesen el valor probatorio de un acta notarial.
Los motivos por los que decide meter en el saco a don Iñaki Urdangarín resultan más difusos. Tal vez no haya un motivo práctico y la presencia de don Iñaki se deba a la coincidencia de sus problemas con la campaña electoral. Relacionar a los dos podría no tener más motivación que la puramente estética o el seguimiento de las convenciones de este género pseudo-periodístico en el que don Federico es tan avezado.
El segundo es don José Luis Lobo, del que también hablé en un post anterior a propósito de la caza de Blanco, como diría don Xosé Luis Barreiro. Allí dije algunas cosas que huelga decir aquí. Es oportuno añadir a lo dicho entonces lo que don José Luis Lobo hace ahora: dedicarse en exclusiva a don Iñaki Urdangarín en las páginas de El Confidencial desde el día nueve del presente mes hasta el día de hoy: que si Urdangarín se enfrentará a más de 15 años de prisión si es imputado por el juez, que si Urdangarín y su socio se embolsaron más de ocho millones de euros de gobiernos del PP, que si Telefónica [está] obligada a despedir a Urdangarín si es imputado por el juez, que si La Casa Real presiona a Urdangarín para que dé la cara por el 'caso Nóos' y rompa su silencio, que si Urdangarín y la infanta Cristina [son] expatriados de lujo, y lo que tenga que venir.
Sin duda, gracias a la labor de don José Luis Lobo, habrá quien jamás tenga a don Iñaki Urdangarín por una persona honesta a pesar de que logre en algún momento demostrar su inocencia hasta un punto que no quepa la más mínima duda razonable sobre su honorabilidad.
Estos son unos botones de muestra de la España caníbal.
Los efectos de estas publicaciones no se sustraen a los desmentidos de la realidad: don José Luis Blanco es un personaje dudoso por reunirse con alguien en un lugar a pesar de que ese alguien haya sido detenido, encarcelado y, en el curso de sus comparecencias ante el juez, haya acusado a don José Luis Blanco de aceptar dinero suyo dando referencias inexistentes y contradiciéndose a sí mismo.
Y mientras tanto nadie pide responsabilidades a quien propaga especies imaginarias basadas en coincidencias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario